1.6.20

Sueño prohibido

Nada importa quién soy, he renunciado
—sin demasiado esfuerzo— a la batalla
del orgullo. Futuro ni pasado
me conmueven, tampoco la medalla.
Dejé mi vanidad en las esquinas
de aquella juventud —a sangre y fuego—;
pues me enseñaron lágrimas y ruinas
más que la cima, la ocasión y el juego.
Me da curiosidad lo que me queda,
ni angustia ni ilusión —ya para qué—,
da vueltas en el aire la moneda
con probabilidades —no con fe—.
¡Gracias por tanto amor! Sueño prohibido
que adormece la pena y el olvido.