[escuchar el soneto]
Hay una rubia que me mira inmóvil
detrás de los adornos del bikini,
mientras yo corto la cebolla indócil
pensando que es difícil, muy difícil.
De tanto estar parado, la trombosis
amenaza mis piernas y la artritis
quiere vengar los kilos en el cóccix,
mientras la rubia me dedica un brindis.
Yo correspondo amable (que es preciso
no permitir que nos arruine el cuerpo
este momento grave y decisivo).
La rubia me saluda desde lejos
y roto, pero nunca arrepentido,
sonrío como todo un caballero.
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