Decirlo con las frases repetidas
a través de los tiempos, los lugares,
por la gente común, por los juglares
que hicieron inmortales tantas vidas.
Usar esas palabras conocidas:
espalda, dedos, pie, besos, lunares,
caderas, emoción, versos, cantares;
tan ignoradas ya, de tan sentidas.
Poner las ilusiones en la mesa,
dejar el corazón a su compás
correrle a la ambición de la sorpresa.
Tratar de agradecer lo que me das
y escribirte contento, mi princesa,
un soneto de amor, y nada más.
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