El gesto de Penélope es el mismo
con Mozart o sin él, la pobre tipa
teje y desteje -tripa que destripa-
con algo de temor, con egoísmo.
No sabe si es amor o es fanatismo;
Ulises fue un cretino y la chiripa
del tiempo lo redime, ¡por la pipa
que un día lo parió con tal lirismo!
Lo cierto es que Penélope conoce
del juicio de la historia y sus tinteros
y se pinta leal, sin sed ni goce.
Lo cierto (¡qué nos cuesta se sinceros!)
es que entre sombras, cuando dan las doce,
se ofrece, sin pasión, a unos obreros.
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