11.5.14

Todos somos tus hijos

[escuchar el soneto]

Todos somos tus hijos.  A ninguno
le negaste la sed.  Fuiste valiente,
serena y dulce luz. Inoportuno
fue aquello de morir. ¡Pobre la gente!
Descubriste mi voz. Callé cobarde.
No reclamaste amor, pero sabías.
Amanecí —perdón— desnudo y tarde,
ciego de tanto andar puertas vacías.
Ardes en mí —con él—. Pinto los ríos
de la felicidad con la tristeza
que soy sin ti —mujer—. Los labios fríos
muerden palabras rotas con torpeza.
No te ha sabido deshacer la muerte,
sigues como un dolor, vital y fuerte.