29.5.10

La palabra

La palabra alimenta como púrpura ardiente
y su olor de ancla vieja cristaliza la voz,
su uniforme recuerda la ilusión de un valiente
que perdió en el combate su jazmín más feroz.
Ella alumbra las negras estaciones del miedo,
justifica las ganas que caminan la piel,
es la sangre en la arena miserable del ruedo,
la nación de la tinta, la razón del papel.
No le teme al silencio que respira el cobarde,
no le asusta la noche que se come el jardín,
tiene sueños de aurora bajo el sol de la tarde,
es la flor de los versos y el puñal del pasquín.
La palabra sostiene, rompe, brilla, ejecuta,
con modales de virgen y experiencia de puta.

21.5.10

En el fondo ya sabes

En el fondo ya sabes que no existe la orquesta,
que la música es solo la canción de unos huesos
celebrando sus bailes al final de una cuesta
despertada en tus labios y rendida sin besos.
El amor es la sombra de tu fuga indecisa,
del recuerdo borracho de perfumes y olvido,
de un suicida que espera liberar la cornisa
con un salto macabro y a la vez divertido.
La tragedia no tiene, ni en tus pies ni en tu cama,
un espacio que alivie su palabra desnuda,
el camino que sigues no es infame, no hay drama
en tus días vacíos o en tu fe sordomuda.
No te anuncias valiente, no te juzgas cobarde;
bajarás al silencio y, otra vez, será tarde.

9.5.10

Ser madre

El hambre no la asusta porque sabe que puede
resistir a los golpes con arrojo y audacia,
no reclama, no llora, no renuncia, no cede,
que en su piel ya no cabe la piel de la desgracia.
No lamenta la herida que tienta su coraje,
ya conoce que el miedo no sirve ni alimenta,
si tiene que lucirse misteriosa o salvaje,
no es la lluvia, es el rayo que enciende la tormenta.
Por sus crías expone la huella y el latido,
se arriesga en los peligros convencida que todo
se resume en la sangre de la herencia que ha sido
su ayer, y es su futuro y su ser y su modo.
No hay varón más valiente. No hay razón que le cuadre.
Le viene del instinto la fuerza de ser madre.

3.5.10

El rey

Los reyes sometidos lo miran con respeto
y le juran ser fieles y le dan sus riquezas,
sus vírgenes sagradas, su magia y el secreto
de sus dioses callados y sus falsas grandezas.
Poderoso y soberbio, transmite en su mirada
la sentencia de muerte, la gracia o el perdón;
deshechos sus rivales, victoriosa su espada,
ya no encuentra en la vida motivo ni razón.
Triunfador absoluto, sin embargo se siente
vencido por la sangre de su sueño imperial,
cansado de la guerra, y débil e impotente
de saber que es humano y efímero y mortal.
Sus lágrimas son ríos en la orilla serena,
entiende que su gloria será polvo y arena.