Hay una sensación en el ambiente
que causa resquemor, ansias, desvelo,
terciana, escalofrío, desconsuelo
y agotamiento súbito de mente.
Hace un apasionado del renuente
(primera vez que digo y lo revelo)
por órdenes que manda el cerebelo
—feraz— al corazón impertinente.
Después, toda la piel se crispa, brama,
y una flor se convierte en una roca
y un pétalo se anuncia, tronco y rama.
Aquello que nos pierde y equivoca,
confieso que no sé cómo se llama
(lo sabe quien ha andado en otra boca).
En Facebook existe el grupo «Jornada mensual de sonetos» en el que algunas veces participo y allí se lanzó el reto de escribir un soneto con las ocho primeras rimas propuestas y obligatorias.