25.4.10

La página en blanco

La página no sabe del temor que le tengo,
no espera mis excusas, no le importan mis pasos,
no busca, no precisa, no pregunta si vengo,
si voy, si me emociono, si persigo fracasos.
Escribir es tan solo correr porque la muerte
se confunda los nombres, se despiste, se atrase
meditando este verso, leyéndonos la suerte,
sin saber la palabra que termina esta frase.
La página me ignora, no me ignoran los ojos
que siguen estas letras, que repiten mis labios,
que son como las llaves que aligeran cerrojos,
o son como los ciegos, infantilmente sabios.
Sabemos que no hay nada que destruya el olvido;
escribir es tan solo morir haciendo ruido.

18.4.10

El tigre

Nació como un rugido, sin lágrimas ni miedo,
la sangre que lo auspicia le anuncia su verdad,
no conoce otra norma que la ley del yo puedo,
su aliento reposado reclama libertad.
No medita distancias entre risas y llanto,
no hay amor en su pecho, no hay fe en su corazón,
el cielo no lo asombra, no vibra con el canto,
jamás sabrá del tiempo ni tendrá una ilusión.
Atraviesa la vida despreciando la nada,
no hay orgullo en sus ojos, ni en su piel hay sorpresa,
no ha mirado la muerte que guarda su mirada,
y si el hambre lo busca no perdona a su presa.
El tigre no pretende, no es piadoso ni es cruel,
el tigre siempre es tigre, ¡el tigre siempre es él!

12.4.10

Lima

Mi Lima no es la plaza que escupe indiferentes
o cobardes hambrientos de fe y aristocracia;
la ciudad de mi infancia tiene sucios los dientes
de tristezas pasmadas y de alguna desgracia.
Es la voz de mi padre presentándome el mundo,
y el valor de mi madre protegiendo a sus crías,
y un amor que resiste, terminal y fecundo,
y el bien de mis hermanos, y dos melancolías.
No es la puerta viscosa de falsas confesiones,
ni el polvo empalagoso de sus patios sin gloria,
no es el cielo nublado, sin tiempo ni estaciones,
ni el inútil sendero que se olvida mi historia.
La Lima que me habita comulga risa y pena
así como su lluvia, desgraciada y serena.

5.4.10

Vuelvo al soneto

Vuelvo al soneto, compañero de armas,
caballo fiel sin riendas ni montura,
que goza en el temor y en las alarmas,
que es la serenidad y es la locura.
Regreso a cabalgar, sin ilusiones,
en los catorce versos de su orgullo,
vuelvo a lanzar proclamas, maldiciones
y furias contra el viento del murmullo.
Que se muera el silencio, por cobarde,
que se muera la paz, cómplice y quieta,
que para ser incendio nunca es tarde
y para ser valiente no hay receta.
Inútil es la vida peligrosa,
inútil como todo, pero hermosa.