14.5.18

Victoria

Aquella vez, tus ojos —lo sabemos—
pronunciaron «adiós», porque tu boca
nunca lo hubiera dicho. Nuestros remos
no se rinden, se parten en la roca.
No te quiero extrañar —nunca lo extraño—,
los llevo hasta el final, ciertos y vivos.
Se equivoca quien piensa que hace daño
ser todo corazón —amor— motivos.
¿Quién no arrastra baúles de tristeza?
Tú, luchadora inmensa, nos dirías:
«Nada de caras largas, la belleza
nace de ser y estar todos los días».
Tu nombre es mi ilusión y mi sentido;
no existen, madre, el miedo ni el olvido.

1 comentario:

Joaquín Galán dijo...

Siempre es difícil construir un soneto,pero merece la pena intentarlo y ver el resultado.Y más si consigue emocionar al lector.

Saludos.