El miedo es un lugar, un laberinto,
que atrapa al corazón que, descuidado,
se pone a caminar por el tejado
peligroso y amable del instinto.
Se decolora, triste, si lo pinto,
cambia de voluntad, brusco y honrado,
sin ganas de ofrecer, me da prestado
lo que, siendo temor, sabe distinto.
Conozco los rincones, el chantaje
de aquello que me espanta o que no puedo,
de eso que no es valor, sino es ultraje.
Si todo rumbo llega al mismo ruedo,
no queda más que derramar coraje
y honrar la sangre que acobarda al miedo.
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