25.2.24

¿Para qué?

Templos sin luz. Los dioses olvidados
ni regalan perdones ni castigan,
por eso es tan sencillo visitarlos,
casi es como un domingo en la familia.
Cierto que ayer pidieron sacrificios
de miedo y sangre, que los sacerdotes,
con amenazas, piedras y cuchillos,
administraban la virtud del hombre.
Los dioses que nos rigen, con los años,
serán historia, anécdota, turismo,
paseo de escolares y relatos
de temores iguales (y distintos).
Lástima que en las guerras de la fe
ninguno se pregunte: ¿Para qué?

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