Recuerdo que mi padre caminaba
diez pasos y, después, se detenía
por mejor conversar; su carcajada
le dio a mis sueños una luz distinta.
Recuerdo que mi madre era el coraje;
lo de nunca romperse ni rendirse,
lo de entender la fuerza de la sangre
que se rebela contra el alma triste.
La navidad no fue jamás regalos
ni acumular fantasmas o miserias;
fue compartir lo poco y el abrazo,
la palabra y el pan. Y las tormentas.
Gracias, en esta noche de vigilia,
por tanto amor y amigos y familia.
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