Una vez más la tarde de la víspera
y un dios y un rey y un sol que nos ignoran;
la ilusión infantil, la gracia efímera
contra el tiempo, Señor que no perdona.
Qué ganas de creer, qué privilegio,
qué sueño protegido (y derrotado),
qué emoción, qué esperanza, qué misterio;
magnífico impostor, dulce y amargo.
Sin embargo, otra vez, estamos todos
alrededor del árbol, de la mesa,
pensando en los demás: ese nosotros
que aún nos justifica y nos alienta.
Celebra, ríe y abre la ventana;
no llegará la sombra hasta mañana.
1 comentario:
Excelente tu soneto con un final para enmarcar.
Saludos y Felices Fiestas navideñas.
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